Un coach NUNCA habla de pacientes, sino de clientes o coachados.
Cuando conocí el coaching, palabra que sirve para identificar esta metodología de acompañamiento, me sorprendió mucho su nombre. Hoy en día, a pesar de su enorme difusión y conocimiento por la población, a algunas personas aun les chirría o les resulta extraña. Todavía también sucede, que la mayoría de la gente no distingue entre el profesional (coach) y la profesión (coaching). El caso es que para quienes somos coaches y la usamos a diario, cada día tiene más valor y más sentido. Por lo menos para mi es así.
Hace unos días precisamente me llamó enormemente la atención, que una persona en proceso de formación en esta especialidad, en una prestigiosa universidad española no tenía clara la diferencia entre coach y coaching (es como si el carpintero se llamara a si mismo carpintería o el enfermero, enfermería), ni la importancia de referirse a sus clientes como coachados y no como pacientes…
Repito.
Un coach, cualquiera que sea su especialidad, nunca tiene ‘pacientes’, tiene ‘clientes’, coachados o coachees –pronunciado couchí, en plural couchís-.
¿Cuáles son las razones fundamentales para esto?
Un coach busca empoderar a su cliente, hacerle ‘ver’, hacerle de espejo… Busca que su cliente reflexione, encuentre otras perspectivas… Un coach ve lo mejor de su cliente, está convencido de que tiene todas las soluciones y los recursos necesarios para conseguir su objetivo y que si no los tuviera, los puede adquirir. Un coach no diagnostica (ni sabe ni debe) ni etiqueta. Un coach no está por encima de su cliente para decirle qué ha de hacer, como lo haría un médico, un psicólogo, un fisio o un psicoterapeuta. Un coach ACOMPAÑA y encuentra la manera de que su cliente se de cuenta, descubra, aprenda a usar sus recursos o adquiera las habilidades necesarias y decida qué quiere hacer, cómo y cuándo. Un coach motiva y ayuda a generar el plan de acción necesario para conseguir el objetivo.
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