ACCESS CONSCIOUSNESS® contado en primera persona

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El fundador de ACCESS CONSCIOUSNESS® es Gary Douglas. Una de sus hijas, Shannon, es una brillante facilitadora certificada de ACCESS y es autora también del libro «Hablando con las Entidades». Si lo lees descubrirás un mundo fascinante, que probablemente va mucho más allá de lo que alcanzas imaginar.

Uno de los capítulos capítulo de este libro, que a continuación vas a poder leer casi en su totalidad, está dedicado a contar en primera persona, por la propia Shannon, cómo recuerda ella el nacimiento de ACCESS. A mi me emocionó leerlo y fue una gran aportación. Deseo que a ti también te aporte.

 

«Un día de 1991, cuando yo tenía como once años, Gary recibió una llamada telefónica de un cliente que vivía en Nueva York. Este tipo le preguntó a Gary si podía volar para hacer un masaje guiado por canalización. Gary le preguntó: “¿Cuánto me pagará?” y “¿Tengo que tocarlo?” No estoy segura de cuánto efectivo se trató, pero el cliente le aseguró a Gary que él no haría el masaje; el canalizaría y le diría al masajista lo que hacer. Gary aceptó y voló a Nueva York. Fue durante esta sesión que canalizó las primeras herramientas de Access Consciousness. Access se convertiría en el trabajo de vida de Gary y me daría el espacio para ser quien soy hoy.

En 1992, en una noche cálida de verano, en el estudio del garaje trasero de la casa de Santa Bárbara, Gary canalizaba las primeras clases de Access. Cuatro personas asistieron a su clase inicial. El material de estas clases se ha convertido en las herramientas primordiales de Access. Después de hacer la canalización, Gary escuchaba las grabaciones de las clases para aprender los procesos e información. Explicaba que tenía que escuchar las grabaciones, porque cuando canalizaba, era como estar parado en un largo corredor, lejos de su cuerpo. Al principio, a veces no recordaba lo que había canalizado en las sesiones. Esto cambió con el tiempo, pero al principio no había muchos recuerdos.

Lo primero sobre lo que Gary empezó a hablar cuando estaba canalizando era de algo que se llamaba Las Barras. El proceso práctico denominado Las Barras emplea un leve toque en la cabeza, contactando diferentes puntos que corresponden con diferentes aspectos de la vida de cualquiera. Por ejemplo, hay puntos para el gozo, la tristeza, el cuerpo y la sexualidad, la conciencia, la amabilidad, la gratitud, la paz y la calma. Hay incluso una barra del dinero.

Se llaman ‘barras’, porque literalmente corren de un lado de tu cabeza al otro. Al hacer contacto gentil con estos puntos, liberamos todos los pensamientos, sentimientos, emociones, consideraciones y juicios acumulados que tenemos con relación a dicho aspecto. Una sesión de barras libera de 5,000 a 10,000 años de consideraciones. ¿Puedes imaginar cómo es eso? Bueno, permíteme contarte: te levantas sintiéndote muchísimo más ligero, con “basura” limpiada, que ni siquiera sabías que te estaba molestando, que ya no está más ahí. En esencia, activar Las Barras crea muchísima más claridad y, en última instancia, consciencia.

Colocar nuestros dedos en estas barras libera el componente electromagnético que generamos en nuestro campo energético cuando nos sentimos mal o tristes o tenemos un juicio. La ciencia nos dice ahora que literalmente programamos nuestros cerebros al tener los mismos pensamientos o experiencias repetidamente. A la edad de cinco o seis, tenemos ya muy poco espacio para el cambio; hemos programado nuestros cerebros. Esto se llama vías neurosinápticas.

Al principio, no sabía cómo asimilar lo que estaba sucediendo durante o después de estas sesiones de Barras, pero cuanto más las hacía, más me volvía consciente del cambio drástico que acontecía en mi personalidad y en mi vida. Comencé a sentirme más ligera y feliz, me sentía más cómoda con otras personas, y sabía que era también más fácil para otras personas estar a mi lado.
Dormí profundamente durante mi primera sesión de Barras, o lo que creía era dormir en esa época. No era exactamente el tipo de sueño que ocurre en la cama durante la noche; era una especie de lugar espacioso y ensoñado en el que podía oír todo lo que sucedía a mi alrededor. Mi cuerpo estaba en un estado de profunda relajación que yo equiparaba al sueño porque nunca había experimentado algo así antes.

Cuando volví a mi cuerpo de donde quiera que haya estado, estaba en la camilla de masajes; Gary había terminado de canalizar y me sonreía. Traté de moverme, pero no podía pararme; mi cuerpo no reaccionaba, por lo que me quedé recostada ahí durante lo que pareció una eternidad, hasta que aterricé de vuelta a esta realidad. Cuando finalmente pude levantarme, casi caí cuando mis pies tocaron el piso. Todo en mi cuerpo había cambiado: mi propiocepción había cambiado. No estaba aún acostumbrada a este nuevo cuerpo mío. Todo era muchísimo más ligero; de hecho, estaba mareada y aturdida. Inconsciente sobre qué hacer conmigo en este estado, me disculpé y a tientas fui a la cama.

No fue sino hasta años más tarde, cuando vi el cambio dinámico que Access estaba provocando en Gary, y hasta que yo estuve lo suficientemente desesperada, que verdaderamente me interesé en Access. Access resultó ser un milagro, que no había siquiera advertido que estaba pidiendo.

En 1998, cuando estaba viviendo en Nueva York, Gary vino a la ciudad para participar con un stand en una de esas ferias de salud, bienestar y capacidades psíquicas. Yo pasé a visitarlo. Él y otras personas estaban activando Barras e introduciendo a la gente a Access. Me invitó a que me recostara en la cama de masajes para que activaran mis barras, y pronto, las lágrimas comenzaron a rodar y me encontré llorando. Cuando me di cuenta, estaba sollozando intensamente y no podía detenerlo pese a lo avergonzada que me sentía. Simplemente salió de no sé dónde y no lo pude contener. Mientras tanto, Gary continuaba activando mis barras y diciéndome que estaba bien y que simplemente lo soltara, así que lo hice. Eventualmente pasó y Gary terminó de ejecutar mis barras, me senté sintiéndome más ligera y más clara de lo que me había sentido en lo que parecían años. Ni siquiera había notado cuán densa me había sentido, hasta que todo se fue, sea lo que “eso” haya sido.

Después de recomponerme y abrazar a todo mundo, especialmente a Gary, me dirigí al metro para volver a casa a mi apartamento en el Upper West Side, ya que tenía una clase en la mañana. La feria estaba en la calle 34, y para aquellos que no conozcan la ciudad de Nueva York, es una de las calles más concurridas de Manhattan. Salí por la puerta del edificio y me dirigí a la parada de metro, pero en mi camino, noté a una mujer parada al lado de la amplia acera, en la calle. Estaba inclinándose hacia algo, y cuando fui a ver qué era, me quedé atónita. Ahí en el piso, en medio de la calle 34 de Manhattan había muchísimos billetes de 100 dólares saliéndose de una chequera. Tan pronto como registré lo que veía, la mujer que estaba agachándose me miró con una súplica en sus ojos. Caminé hacia ella y ambas nos quedamos ahí de pie contemplándolo. Todos los cientos de personas que caminaban en la calle ni siquiera no notaron.

Nueva York es muy divertida en este sentido; hay tanta gente, pero nadie ve nada. Podrías estar ahí en el piso muriendo y la gente pasaría sobre ti. La mujer me miró y me dijo que le asustaba y que yo debería encargarme de ello. Eso fue lo que dijo literalmente, y con ello, se fue caminando. No estoy bromeando; dijo que eso la asustaba. Yo pensé: “¡Mierda, lo tomaré!” Recogí todo, lo puse en mi bolsa y me apresuré al metro, esperando que nadie viniera tras de mí.

Llegué a casa y en la seguridad de mi habitación, cerré la puerta y saqué el efectivo para examinar mi hallazgo. Lo conté por primera vez; eran $800. El tema era que el dinero estaba dentro de una chequera y, para mi sorpresa, tenía el nombre y dirección de la mujer, pero ningún número telefónico. Ella vivía en Vermont. Pensé en mis dos opciones. Podía quedarme el dinero, pero sabía que realmente no lo disfrutaría en esas circunstancias, o lo podía devolver. Decidí escribir una carta a esa dirección, para comunicarle que había encontrado el dinero, y si no tenía noticias de ella en tres semanas, me lo quedaría. Si me contactaba, se lo enviaría.

Dos semanas más tarde, mi genial teléfono retro azul celeste sonó y ahí estaba, Srta. Vermont, declarando exaltadamente cuán increíble era que encontrara el dinero y cómo había renovado su fe en la raza humana al ofrecer devolverlo. Yo pensé: “Bueno, eso es una muy buena recompensa, la renovación de la fe.” Me dijo que me quedara con $200 en señal de agradecimiento.
Quiso el azar que terminara haciendo Access conmigo, lo cual fue agradable. Me fui de su oficina sintiéndome más ligera y más expandida. Tomé el ascensor a la planta baja y, cuando se abrieron las puertas al lobby, había un carrito de conserje enfrente mío con una bolsa gigantesca llena de basura encima. Estaba a punto de rodearlo cuando espié algo: un billete de $20 asomándose hacia mí desde el fondo de la bolsa. Pensé: “¿Por qué?” “¡Hola!”, y con mi dedo hice un pequeño agujero en la bolsa para rescatar el billete y continuar mi camino.

No me di cuenta hasta años más tarde que estos hallazgos de dinero eran el resultado directo de Access y mi capacidad para recibir más del universo. Usar las herramientas de Access cambió algo en mí, y las cosas estaban apareciendo como por arte de magia. Gary dice a menudo: “No tienes un problema de dinero; tienes un problema para recibir. Estate dispuesto a recibir más y el dinero será un producto derivado.”

Las cosas empezaban a cambiar para mí, y sólo fue una cuestión de tiempo el darme cuenta plenamente del alcance de lo que era posible. (…) Realmente empecé a darme cuenta de que Access estaba funcionando, porque podía llamar a Gary presa de una histeria total, y en cuestión de momentos, estaba totalmente tranquila. Cuando colgaba con Gary, apenas podía acordarme de por qué estaba tan alterada en primera instancia. Elegí dejar la escuela de arte y dedicarme a Access de tiempo completo.

Mi madre odió esto, pero Gary me permitió hacer la elección. Sabía que tenía que hacerlo. (…) Estaba experimentando una conexión, de la cual estaba ávida, con la gente que conocía en Access. Me sentía totalmente no juzgada y cuidada; además, cuantas más clases de Access hacía, todo se volvía más feliz y más fácil.

Me mudé de Oakland a Santa Bárbara, conseguí un apartamento y empecé a enseñarle a todos mis amigos y a cualquiera interesado cómo ejecutar las Barras y hacer Access. Cuanto más hacía Access, me volvía más y más consciente.

Siempre había percibido las entidades, ya sea que quisiera o no admitirlo, pero estaba totalmente desprevenida, o así lo creía, para lo que vino a continuación. Las señales sobre el hecho de que las entidades eran parte de mi vida eran irrefutables. El susurro de sus voces en mis oídos y un ligero roce en mi hombro, cuando trataban de captar mi atención, eran sucesos diarios. Mi apartamento se llenaba con la niebla de su presencia.
Un día, como si se encendiera el interruptor de una luz, estaban todos ahí. Las entidades dijeron: “Hola, Shan, ya pasó cierto tiempo… Sabemos que has estado intentando evitarnos y tuviste, de alguna manera, éxito… pero ahora que has elegido ser más consciente, vamos a andar por ahí mucho más.” Con renuencia, dije: “Ok. Siento haberlas ignorado, pero realmente no estaba lista antes.” Las entidades respondieron con la simple oración: “Pongámonos a trabajar.»

Si quieres leer más, si quieres saber más acerca de este tema, consigue un ejemplar del libro aquí:
https://www.accessconsciousness.com/en/access-shop/#/a_aid=Roleff
Escribe el nombre del libro en el buscador y ya es tuyo!
Para sesiones de Barras, apuntarte a una clase o para organizarme una en tu localidad, contáctame: info@sabinacoach.com o por whatsapp al (+34) 639 78 45 78
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Sabina Roleff

Sabina Roleff

Tras muchos años en el mundo de la empresa, desde 2007 se dedica a facilitar el bienestar integral a las personas. Apasionada por el lenguaje y autora del libro "A partir de ahora..., ¡con conciencia!", para lograrlo se sirve del coaching, del Agua Kangen y de las herramientas de Access Consciousness.

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